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jueves, 4 de agosto de 2011

QUEDATE

Permanece a mi lado.

Que tengo tantas puertas

abiertas, cerradas, encajadas.

Cerrojos y llaves.

Forjadas cerraduras.

Pero no hay salida

de esta fortaleza en ruinas.

Un pasillo de antorchas cobre,

plata envejecida,

lámparas de aceite abrasado

por el reloj de arena atascado

por la tormenta del desierto

en el último Ramadán.



Permanece a mi lado.

El patio está seco, marchito.

A solas.

Solar vacío, garaje desnudo

de trapos, trastos, metal,

piezas y grasa.

Jardín de cemento, escayola

y adoquines.

Plástico.

El sol de Enero lo derrite

y su reflejo es el cadáver

que viola mis noches.

El hielo de Agosto

lo enmascara

y es el disfraz de mis vigilias

y mis pesadillas.



Permanece a mi lado.

Que hoy no navego,

que la mar está brava,

que es espuma blanca el oleaje

de mi llanto embriagado de sal,

coral, de azul acuoso,

de vals infinito..



Permanece a mi lado.

Ha amanecido demasiado pronto.

Hoy, ahora, no quiero otro día.

Que sea noche.

Anoche.

Vamos a estirarla.

Ella siempre ha sido elástica

e impuntual.

Aceptará la invitación.

Hacer el amor

sin luna esta vez,

a solas.

Sin horas o firmamento.



Permanece a mi lado.

Ha entrado un silencio

Estrepitoso por mi ventana.

Tumbado excéntrico

en mi escritorio

observa frágilmente.

Esencia ruidosa e inamovible

que destroza toda posibilidad

de ser y sobrevivir.

Hastío, cansancio, fatiga

y el sólido ente de lo no dicho

grita, susurra.

Murmura, tararea.

Escribí todo

cuanto alcancé a entender

de sus discursos caóticos.

Calló.

Y tras incorporarse,

se evaporo de nuevo

como brisa entrado el otoño.

Me dejo un manuscrito de ecos,

de timbales pasados

que olvide recordar.

Memoria maldita.

Desordenada vieja.



Quédate ahí,

dónde todo acaba

y no ha hecho más

que comenzar.

Tal vez, el verso que

no hemos de escribir

Y sí esculpir, recitar

con el tacto,

en la lengua inaudita

de las luciérnagas.



Quédate ahí,

donde no hay salida

y la entrada está camuflada,

guarecida.

Tal vez, renunciar a la vigilia

y empaparnos del sueño

de las templadas paredes

de éstos, mis aposentos.

Desnudos, con la manta

de nuestro abrazo y

la almohada del silencio

virgen de nuestros corazones.

Quédate esta noche por favor.

Quédate entre mis brazos

hasta el alba.


Alex Muñoz

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